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Cultura

Sunday 8 de May de 2016

Entrevista con Alejandro Katz

Que piensa uno de los principales intelectuales de la actualidad Argentina. “El kirchnerismo había quitado el tapón de la bañera y la riqueza se iba por el caño”, sentenció Katz.

El sociólogo, escritor, editor y profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) da su visión sobre el confuso momento por el que está pasando la política Argentina.


P: En su historial hay un debate con Horacio González como representantes la dicotomía kirchnerismo y anti-kirchnerismo. Y también dijo que "en la década pasada se borraron los grises". ¿Con el nuevo gobierno ha sonado la hora de los grises?

K: No lo sé y creo que no estamos en condiciones de saberlo. Estamos en un momento en el que ni siquiera el Gobierno tiene muy claro cuál va a ser el resultado de su política. Y los grises no tienen tanto que ver con lo discursivo, sino con el modo en que la política opera sobre la realidad. El Gobierno tiene enunciados corteses, y la cortesía introduce los grises: la falta de matices es una forma de descortesía, coloca a unos y otros en lugares muy planos, muy negros o blancos y nadie quiere ser reducido a negros o blancos, una forma de ser cortés con el otro es reconocer que es complejo y variado y no es el mal o el bien.


El Gobierno tiene una gestualidad que introduce el matiz, pero no me resulta claro que sus políticas lo vayan a introducir. Creo que el mismo Gobierno tampoco sabe si va a matizar o va a volver a extremar los conflictos de la sociedad poniéndolos en términos de conflictos entre el capital y el trabajo o entre la riqueza y la pobreza.


P: ¿Cómo que ni el Gobierno sabe el resultado de su política?

K: No es un Gobierno ideológico. En ese sentido tienen razón cuando dicen que ellos no son ideológicos, no tienen razón cuando dicen que no existen las ideologías. Este es un gobierno que tiene economistas ortodoxos y neokeynesianos; que tiene políticos que vienen del radicalismo, de la doctrina social de la iglesia a través de las ONGs, del peronismo, del PRO que a su vez se nutre de diferentes cosas. Uno ve al Gobierno y ve a Sturzenegger en el Banco Central con una concepción muy ortodoxa de la economía, y ve a Prat-Gay con una concepción bastante neokeynesiana, que ellos llaman desarrollista porque les gusta apelar al fantasma de Frondizi, pero que es neokeynesianismo puro. O uno ve a Stanley o a Michetti que vienen de la acción social de la Iglesia. Es un Gobierno que no tiene una concepción claramente ideológica de qué hacer con el Estado, de qué tipo de sociedad construir, de cómo usar los recursos para qué pase determinado tipo de cosa. Lo que ocurra va a ser el resultado de las tensiones internas y del modo en que esas tensiones operen ante conflictos concretos. Ni ellos saben qué va a ocurrir.


P: Habló del Gobierno, ¿y la sociedad está lista para los grises?

K: Creo que sí, la gente es mucho más rica y compleja de lo que los discursos sobre la gente nos dicen cuando se enuncian desde una política que no es compleja o sofisticada. Que no es sofisticada discursivamente como no lo era la del kirchnerismo, ni la del macrismo lo es. La gente en la calle no quiere ser reducida a algo contra otro, poca gente quiere ser reducida a eso, poca gente quiere ser un estandarte o una bandera en lugar de una persona. La gente en general prefiere ser persona, prefiere poder ver el mundo con variedad y riqueza, no plano y achatado. El otro día durante la marcha de los sindicalistas se dio algo muy curioso, la consigna era "contra el ajuste neoliberal" pero había mucha gente que decía: "Yo los voté y no quiero que les vaya mal pero se les está yendo la mano". Muchos estaban en la marcha y no querían un mal para este gobierno, marcaban el 'pero' como una forma de matizar algo, "yo digo esto pero también puedo matizar una afirmación tajante". La gente en la calle matiza las afirmaciones y son pocos los que dicen "los voté y muero con ellos" o "no los voté y los mataría".


P: ¿Cuál fue la medida del gobierno necesaria para que quien lo votó ahora se cuestione?

K: Indudablemente creo que este Gobierno está creando mayor desigualdad en el país, era inevitable que esto ocurriera porque la alternativa a esto era crear más pobreza en el país, más pobreza general. El kirchnerismo había quitado el tapón de la bañera y el agua iba bajando parejo pero nos íbamos quedando sin agua.


La imagen de Venezuela, sitio al que no hubiéramos llegado por la constitución misma de la sociedad argentina, es la imagen del lugar al que hubiera ido la Argentina si las tendencias se mantenían constantes. No había recursos para comprar energía, no había stocks para pagar los gastos, no había modo de financiar un Estado cada vez más pesado, y la única forma de financiarlo era con más emisión que iba a generar más inflación, la población iba a protegerse de la inflación en el consumo anticipando la compra de productos, lo cual iba a generar desabastecimiento e inflación: no había otra dinámica posible. ¿Cómo se evita la mala distribución de los costos del ajuste? No lo sé, es el gran problema del Gobierno y del país. Pero se puede decir que esta es una solución que no tenía alternativa desde cierto punto de vista, salvo que la alternativa fuera el empobrecimiento general de los recursos colectivos (deterioro de infraestructuras, de tecnologías).


P: ¿Y a usted dónde lo encontramos en este contexto?

K: Observando, lo trato de observar. Incluso durante el kirchnerismo yo hice muchos esfuerzos para tratar de entender qué era lo pregnante del kirchnerismo para quienes estaban tan entusiasmados. Y creo que eso es lo que me permitió entenderlo mejor.


P: Finalmente, ¿entendió qué era lo pregnante del kirchnerismo?

K: Creo que entendí algunas cosas, escribí un libro sobre eso [El Simulacro] pero cuando se crea la posibilidad de que Horacio González y yo conversemos es porque somos capaces de entendernos el uno al otro, sino no hay conversación posible, si uno no puede estar un poco en los zapatos del otro o poner el discurso del otro bajo la mejor luz y no bajo una permanente sospecha. Sí hay que poner en permanente sospecha el discurso del poder, pero no a quienes piensan sobre el poder.


Yo tuve dos encuentros con Horacio González, uno en La Nación y otro en TN, y los dos fueron muy ricos, fueron de entender qué es lo que dice el otro y por qué no estamos de acuerdo. Porque para no estar de acuerdo hay que entender en qué no se está de acuerdo. Y yo estoy observando, no tengo muy claro qué está pasando en el país. Creo que Argentina es un país que desde los años sesenta desistió del proyecto modernizador, no creo que haya sido un país moderno pero sí que quería serlo. ¿Qué quiere decir que quería serlo? En los años sesenta había un Instituto Di Tella y una Industria Di Tella, FATE hacía calculadoras científicas.