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Cultura

Sunday 13 de September de 2015

Una pincelada al alma para Guadalupe Gaig

La artista nuevejuliense asegura que "la pintura fue siempre para mí una vocación”. Comenzó el camino del arte con apenas 3 años y no paro de pintar su destino.

Cuando tenía tres años realizó su primer dibujo. “En la Escuela de Hermanas no había jardín para tan chiquitos pero iba mi hermana y volví loca a mi madre y logré que me mandaran – recuerda la artista local, Guadalupe Gaig-. Allí me recuerdo pintando con témperas, una flor de color azul y pensando que flores azules no había. Allí comencé a experimentar y a descubrir los colores y sus mezclas”.

Su devoción por ese arte fue en parte por motivación familiar pero tuvo mucho de virtud nata. “La motivación familiar es importante en todo pero uno siempre tiene que traer algo innato”, asegura. Y recuerda que desde pequeña tuvo cientos de motivaciones: su padre realizaba en su época de la adultez tallas de yeso y su mamá fabricaba juguetería, mientras su tía era devota por el teatro y su casa estaba llena de libros y pinturas… “Las motivaciones de la infancia son muy importantes –reitera- y alguna de ellas siempre van a aflorar”. En su caso fue la pintura.

Es docente pero siempre fue una especie de buscavidas. “No me gusta el sistema, nunca me gustó trabajar en las escuelas”, reconoce. Si bien durante varios años dio clases de plástica prefirió abrir sus propios caminos. Y lo logró: trabajó en construcción, vendiendo planes, estampando ropa y manteles, fabricando ropa para chicos, haciendo muñecos y un largo etcétera. “Los tiempos eran díficiles y tenía cuatro hijos. Debía sacar conejos de la galera”, enfatiza. Y su conexión y habilidades para las manualidades y las artes le ofrecieron esa posibilidad.

A sus permanentes ideas creativas para contribuir al sustento familiar, sumó en los “80 las clases particulares de alumnos, actividad que hoy se dedica casi exclusivamente con apoyo escolar.

De chica dibujaba constantemente pero en la adultez, la vida cotidiana la alejó de la práctica. Hasta que comenzó a realizar terapia (a raíz de la pérdida de un hijo) que la condujo primero a formar el grupo RENACER en Nueve de Julio, un grupo de autoayuda de Padres que perdieron a sus hijos y los devenires de los acontecimientos la contactaron con una artista plástica de Bragado, Mónica Cossia. Así volvió a su primer amor: la pintura.

“Mónica pinta más abstracto, yo, en cambio, prefiero lo figurativo –se diferencia Gaig-. Parto siempre de un tema y de una historia”, asegura mientras señala a uno de sus cuadros “El Santo Entierro” que exhibe en su casa y forman parte de una serie denominada La Piedad. “Cualquiera de mis cuadros tiene una historia, siempre parten de un tema en particular. Este es una interpretación, en una combinación entre abstracto y figurativo de La Piedad de Miguel Angel. Los tres tienen una misma temática, la muerte de los hijos, pero interpretado de distintos lugares. Uno sea o no cristiano, la representación más universal de esta pérdida, está en la figura de Cristo.

Gaig se da sus propios lujos a la hora de volcar su creatividad en un lienzo. Por ejemplo, no usa el color negro y cuando, por fuerza mayor, debe hacerlo, elige una mezcla de colores o se inclina por los gris perla. Varía también entre óleos y acrílicos. Pero por sobre todo, varía en la temática, siempre llena de simbolismo y con un toque de realismo. Tal es el caso del cuadro del Cristo Crucificado. “En el imaginario popular siempre hay un Cristo rubio, delicado, lindo… pero preferí pintarlo con manos grandes. No olvidemos que era un carpintero”.

Sus temas son variados pero cuenta entre sus obras con varios relacionados con el cristianismo. Católica por herencia familiar pero no practicante, asegura que los años de educación cristiana pudieron “haber influido mucho”. Pero los temas que elige para sus obras los ve como algo más inclinado a “lo social que a lo religioso”.

Así vuelve al Santo Entierro. “Lo pinté durante la Guerra del Golfo y tiene que ver con las víctimas, con las guerras, con las muertes y con el dolor. Toma a Cristo y a María, simplemente como madre e hijo, como valores universales: la representación de la maternidad y la pérdida de los hijos”, aclara.

La pintura fue siempre para ella “ una vocación” - reitera en varias oportunidad. “Pero también un lujo”.

“Nunca la tomé como una terapia aunque sí, la terapia que realicé logró que me conectara nuevamente con ella”, explica.

Gaig asegura que no puede pintar lo que le piden, sino lo que ella crea, lo que sale de ella. Si bien no critica y respeta a los artistas que pintan de acuerdo a las demandas, ahora muchas veces, más decorativas que artísticas, Gaig se inclina por el arte figurativo. “Muchos dicen: Ah, pero vos pintaste tu vida. Y, si por supuesto”, afirma con la convicción de que todo artista pinta consciente o inconscientemente dejando en cada lienzo parte de su mundo interno. “Hay mucha gente que combina colores y apunta más a lo decorativo. Son como algunos escritores que escriben sobre otros. También es arte pero, en mi caso, no hago arte decorativo. No pinto solo por decoración. Pero cuando pinto un cuadro mío, por trabajo, pongo todo lo que siento y lo que pienso”, asegura convencida.

Pero qué le sucede a la artista cuando ve que la gente interpreta sus cuadros en forma distinta que con el significado que lo cargó . “Me parece extraordinario porque quiere decir que cada uno tiene una historia y una mirada distinta. Cada cual ve la realidad desde su propio cristal, que siempre es diferente. Por eso nunca discuto ni de política ni de religión ni de nada… Cada cual interpreta la realidad de acuerdo a su educación, a su origen y a su historia personal. Y todas las miradas son enriquecedoras”.

Dicen que todos tenemos una misión en la vida. Y Gaig está convencida que es la pintura cuando asegura que se siente culpable cuando no pinta. “Es como que no estoy cumpliendo con algo. Me siento culpable cuando no pinto. Es más, cuando me acuesto a la noche, pienso solo en una cosa: en pinturas”, finaliza.