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Sábado 1 de mayo de 2021

Día del Trabajador

El primero de mayo se celebra en Argentina y en gran parte del planeta el Día del Trabajador como homenaje a lo sucedido en Chicago en el año 1886.Este será el segundo año conmemorado en pandemia.

El 1 de mayo es el Día del Trabajador y, por consiguiente, festivo en todo el país como reconocimiento a las personas que laboran durante todo el año para sacar adelante a sus familias y la economía argentino.


Hace 134 años atrás, comenzó una huelga de un grupo de obreros en Estados Unidos para reclamar una jornada de 8 horas, en lugar de las 12 o hasta 18 horas que tenían que cumplir.


¿Por qué se celebra el 1 de mayo?

El Día del Trabajador se celebra en buena parte del mundo el 1 de mayo como homenaje a lo sucedido el mismo día de 1886 en Chicago, Estados Unidos, cuando un grupo de trabajadores decidieron hacer una huelga en Haymarket Square como reclamo por sus derechos laborales, reivindicando su derecho a una jornada laboral de 8 horas. Esto acabó en la revuelta del 4 de mayo y varias condenas a muerte pero también con la reducción del horario y el homenaje anual de buena parte del mundo a esos huelguistas.

CUENTA A HISTORIA

El 1º de mayo de 1890, las ciudades de Buenos Aires, Chivilcoy, Bahía Blanca y Rosario asistieron a un evento inusual: cientos de trabajadores salieron a las calles para conmemorar el Día del Trabajador, una jornada instaurada el año anterior por el Congreso de la Segunda Internacional celebrado en París, en homenaje a los mártires de Chicago, ejecutados luego de participar de una huelga metalúrgica en 1886, en reclamo de una jornada laboral de 8 horas.


“Se organizará una gran manifestación en fecha fija, de tal manera que simultáneamente en todos los países y en todas las ciudades en el mismo día convenido, los trabajadores pedirán a las autoridades oficiales la reducción, mediante una ley, de la jornada de trabajo a 8 horas, y que se lleven a efecto las demás resoluciones del Congreso de París”, rezaba la declaración suscripta por 391 delegados de veintidós naciones entre las que se encontraba la Argentina, el único país latinoamericano que envió a Alejo Peyret como representante.


Es que por aquellos años, la “cuestión obrera”, como se llamaba a la problemática ligada al trabajo, también había hecho eclosión en estas tierras habitadas por miles de inmigrantes reunidos en sociedades de resistencia y agrupaciones de ayuda mutua.


En 1877 se produjo en Rosario una huelga iniciada por los aguateros, que dejaron sin suministro a la ciudad por varios días. Un año después, La Unión Obrera Tipográfica protagonizó la primera protesta de una organización sindical. Se sumaron, luego, huelgas de costureras, cigarreros, los empleados de comercio —que exigían el descanso dominical—, los albañiles y los yeseros, entre otros.


Alrededor de dos mil obreros se reunieron en el Prado Español, en la ciudad de Buenos Aires; mil en Rosario, en la esquina de Entre Ríos y Urquiza; y otros tantos en Chivilcoy y Bahía Blanca, al son de “La Internacional”. Más que actos fueron asambleas, en las que los oradores hablaron en cuatro idiomas: castellano, francés, italiano y alemán, y culminaron con la decisión de constituir la primera Federación Obrera de la Argentina, la publicación de un periódico que reflejara los reclamos y la presentación de una petición al Congreso Nacional solicitando la sanción de leyes protectoras del trabajo.


Aquella jornada y las que siguieron estuvieron muy lejos de la celebración. Eran días de protesta y de lucha. Los trabajadores faltaban a sus trabajos con el riesgo de ser despedidos y se enfrentaban a la represión policial, que se cobró varias vidas. En Buenos Aires, el 1º de mayo de 1904 se conmemoró en la Plaza Mazzini, con el saldo de dos muertos y veinticuatro heridos. Al año siguiente perdieron la vida dos obreros y veinte fueron lastimados en la Plaza Lavalle. En 1909, las víctimas ascendieron a ciento trece trabajadores, de los cuales fallecieron ocho, y se produjo una huelga general conocida como la Semana de Mayo, entre el 3 y el 8 de ese mes.


Las autoridades impulsaron además la Ley de Residencia, una norma presentada en 1902 por Miguel Cané que permitía deportar a los revoltosos a sus países de origen.


Recién en 1925, el 1º de mayo fue declarado feriado nacional y cuatro años más tarde se reglamentó la jornada laboral de 8 horas.


Habían pasado casi cuatro décadas de lucha, los conflictos obreros se multiplicaron en todo el país con sucesos como los de 1919, conocidos como la Semana Trágica en Buenos Aires, o las huelgas de la Patagonia que pusieron en jaque al gobierno de Hipólito Yrigoyen y que terminaron con una masacre de trabajadores. Faltaba mucho todavía para que, a partir de 1946, el peronismo convirtiera esa jornada en un día de fiesta en el que el presidente daba cuenta de sus logros y los trabajadores le expresaban su agradecimiento. Un logro para muchos, demagogia para otros; la pérdida de conciencia de clase para los que se consideran más combativos, pero el fin de las batallas campales para todos.


Fuente: Panettieri. Los trabajadores. Editorial Jorge Álvarez. Bs. As. 1967.