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Cultura

Monday 16 de October de 2017

Entrevista a Martín Slipak

Desde Magazine For Fai hasta Teatro por la identidad, pasando por éxitos televisivos como Resistiré y Educando a Nina, Martín Slipak es un actor que, sin haber cumplido todavía los 30 años, despliega una vasta trayectoria y se lanza también a la dramaturgia.

Slipak es un chico de Villa Crespo, hijo de psicólogos que a eso de los ocho años quiso estudiar actuación. Sus padres lo mandaron nada menos que a la escuela de Hugo Midón y desde entonces no paró de trabajar entre las tablas y los sets. Formó parte en el ’95 de ese semillero que supo ser Magazine For Fai (y que también integraron los entonces jovencísimos Violeta Urtizberrea, Julieta Zylberberg, Laura Cymer y Martín Piroyansky bajo la dirección de Mex Urtizberrea, Nora Moseinco y Lucrecia Martel) y de ahí en más arrancó a transitar una prestigiosa, cuidada y valiente trayectoria sobre las tablas, primero con A propósito de una duda -obra inaugural de Teatro x la Identidad- y más adelante con títulos como Una bestia en la luna, Yepeto, Taxi 2 y Sallinger.


En televisión participó de los ciclos Resistiré, Trátame bien, Historia de un clan y Educando a Nina, y en cine protagonizó Sin retorno, Cómo ganar enemigos y Resurrección. Ahora mismo aguarda el estreno de dos nuevas películas: La novia del desierto (una coproducción argentino-chilena que fue recibida con cataratas de aplausos en Cannes) y El cauce, un thriller nocturno del santafesino Agustín Falco. En teatro viene de hacer Otelo en el Regio e Idénticos en el Multiteatro, la última puesta de Teatro x la Identidad formada por una docena de micromonólogos con la coordinación artística de Mauricio Kartun. También está de gira con la primera obra de su autoría: Relato íntimo de un hombre nuevo, en la que además trabajó en la escenografía.



Pero después de tanto ir y venir Slipak sigue reivindicando a esa experiencia en Magazine For Fai como fundante, tal vez por el hecho de que se trataba de un ciclo que respetaba al espectador y a los actores. “Ser respetado como niño en la capacidad de volar fue algo espectacular que hasta hoy me ayuda a poder encontrar juego en lo que hago. Si empiezo a sentir que ya no tengo nada que hacer en un lugar determinado, me deprimo, me quiero ir y en general me voy. No podés hacer sin ganas algo que les das a los otros –explica-. Hay que ser justo con quien te mira”.


Fuente: Revista Cabal.