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Salud

Monday 23 de November de 2015

Cómo sobrevivir a la dieta paleo para contarlo

La “dieta paleo” no es nueva, tiene más de 2 millones de años. Nueva es en Facebook, en la sección “Entre Mujeres” de Clarín o en las charlas de vestuarios húmedos en los gimnasios. Ya no recuerdo quién dijo que un periodista es un curioso profesional, pero eso soy, así que decido intentarla. Esta es la historia de ese proyecto de 30 días, aunque haya terminado al quinto.

La programación consiste en una vuelta a los hábitos alimenticios de la era paleolítica, que al haber sido el 99 por ciento de la historia humana, es la opción que mejor se adapta a nuestro diseño biológico. ¿Qué tengo que comer? ¿Qué no? ¿Por qué? Estas preguntas las va a contestar Santiago Terbalca, director de Entrenamiento Real y pionero en alimentación paleolítica de nuestro país.


Santiago me recibe a la tarde del sábado, en el gimnasio del que es dueño. El hombre es bajo, de unos 40 años y no se siente incómodo dando vueltas vestido sin más que un short. Creo que yo haría lo mismo si pareciera un doble de Schwarzenegger. El tipo impresiona. Lo odio sólo un poquito.


-Nuestro aparato digestivo atrasa 10 mil años, no podemos procesar bien cereales, azúcares, alimentos con gluten.


-¿Cómo hago entonces? Todo tiene harina o azúcar.

-Tenes que imaginarte que vas caminando por la naturaleza, vos podes comer todo lo que te cruces. Podes cazar una vaca, podes arrancar una manzana de un árbol o una zanahoria de la tierra; pero si comes trigo o maíz como está en la naturaleza no te vas a sentir bien. No estás adaptado para eso, por eso lo tienen que procesar, pero aun así la base sigue siendo mala para tu organismo.


-Bueno, puedo comer carne en el almuerzo o en la cena, pero ¿qué hago a las 4 de la tarde?

-Lo ideal sería comer solo dos veces por día, pero yo ahí comería una barra de manteca, tu base energética va a empezar a depender de las grasas.


No sé si logré disimular esa mezcla de sorpresa, asco y un poco de miedo por la estabilidad mental del musculoso. La entrevista sigue unos minutos más, pero la idea de comer dos veces por día o manteca pura no se va a ir tan rápido como yo de ese lugar. Decido tomarlo con calma, y (con cierto cariño al cliché) comenzar la dieta el lunes. Mi alacena se llena de frutos secos, la frutera colorida, la heladera colmada de verdura, el freezer está repleto de carne. Mi hermana me desafía: “No vas a durar ni una semana”. El domingo sirve para despedirme de mis amigos antes de este viaje. Amo a la pizza, y la pizza me ama; tanto que se me pega al abdomen mucho después de nuestro encuentro, pero tengo que decirle adiós.


El lunes amanece radiante, va a ser un día hermoso. Es el primer día del resto de mi vida (abrazo al cliché, ya no me importa). Desayuno 5 huevos con 200 gramos de panceta freída en manteca y un “café Buendía”, sin azúcar ni leche, bien. Almuerzo ensalada, esto puede funcionar, no está tan mal. Miro muy por encima del hombro los yogures y las galletitas de mis compañeros de trabajo, aunque admito que la imagen de un veinteañero matando la ansiedad con almendras y agua pueda resultar algo extraña. Es martes y vuelvo a casa con el orgullo de un maratonista: “recién empiezo, pero voy bien”. Me habían advertido sobre una posible falta de energía al principio, es natural, voy a dormir temprano.


Hago rotación, suficiente de huevos fritos, el miércoles mi única comida antes del trabajo es una bandeja entera de pollo y un jugo de verduras. En el diccionario ansiedad es sinónimo de angustia, pero si los viejos de la RAE hicieran la paleo endurecerían un par de términos. Es el cumpleaños de una compañera de trabajo, no gracias, no quiero torta, no, estoy haciendo una dieta, en serio. Quiero hacer trampa. No, hoy tocan castañas.


El jueves sigo cansado. Santiago me había advertido que el componente social puede ser un obstáculo “la pizza, las tortas o el alcohol son parte de nuestros rituales sociales, y ahora te vas a sentir afuera de todo eso”; pero cuando uno pide un vaso de agua en un bar durante una primera cita, las alarmas se encienden. “Es que estoy tomando un remedio, tranquila”. Creo que zafé. La tarde del viernes me da el golpe de knock-out. Llamo a mi hermana, no pude, tenías razón, perdí.


Sobreviví a la dieta paleo. Después, un fin de semana de chocolate, pizza, facturas y gaseosas, de la más sana intoxicación. El objetivo inicial del mes terminó levemente recortado, y no estoy orgulloso de eso, pero quiero volver a intentarlo, más gradual o acompañado o todo igual, es un reto y el rival soy yo. Escribo esto después de tomar un jugo de verduras de postre, ya no soy paleo pero esos cinco días me enseñaron. Si sigo vivo, llámenme dentro de un año, puede que esté comiendo una barra de manteca.