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Miércoles 18 de noviembre de 2015

La comunidad diocesana de Nueve de Julio celebró las Bodas Sacerdotales

La comunidad de la Iglesia Catedral celebró la Misa en Acción de Gracias por las Bodas Sacerdotales de Monseñor Ariel Torrado Mosconi.

Palabras de Ariel Torrado Mosconi

Homilía pronunciada en la catedral de Santo Domingo en Nueve de Julio con ocasión de mis bodas de plata sacerdotales:

El cardenal Jorge Mario Bergoglio en mi ordenación episcopal comentando el pasaje del evangelio de Juan 21 me recordó tres cosas que me pedía Jesús: SEGUIRLO-APACENTAR-DEJARME CEÑIR. Desde entonces lo he tomado como un verdadero programa de vida que he intentado llevar adelante en la misión que me ha sido confiada.


En primer lugar seguir sólo a Jesús. El seguimiento del Maestro nos va llevando a configurarnos cada vez más con Él. Querer lo mismo y rechazar las mismas cosas. Imitar su estilo de vida. De tal manera que como sacerdote pueda ser un signo personal de Jesús, Buen Pastor, que sepa dejar por donde pase la fragancia del evangelio, no tanto por lo que diga sino por mi forma de vivir.


Luego me aconsejó apacentar el rebaño de Dios. Ya no vivir para mí, renunciar a toda forma de búsqueda egoísta de mis propios intereses y vivir para el Pueblo de Dios. Para ello siguiendo los consejos que luego nos daría el papa Francisco en la Evangelii Gaudium trato de pastorear con su mismo estilo. Allí hace referencia que como pastores a veces tenemos que ir delante mostrando el camino, otras veces tenemos que ir en medio del rebaño, con mucha cercanía a cada uno de los que nos han sido encomendados, y también saber ir detrás, esperando a los rezagados y dejándonos guiar por el mismo rebaño que por instinto sabe encontrar nuevos caminos para llegar a los pastos que dan vida.


Por último me aconsejaba dejarme ceñir por la Voluntad de Dios, y hacía referencia como cuando se es joven se sigue a Jesús con entusiasmo por los caminos que uno considera mejores, pero cuando se llega a la madurez se nos llama a seguir a Jesús por los caminos que Él quiere, en un servicio más maduro y eficaz ceñido a la voluntad de Dios, que es la forma de morir con Cristo y por Él.


Así como Jesús llamó a Pedro a las orillas del mar de Galilea, y luego lo volvió a llamar tantas veces en momentos de dudas y oscuridad, y después de las negaciones, ya en la madurez del seguimiento de Pedro lo vuelve a llamar con esta triple confesión de su amor para encomendarle su rebaño, que también yo pueda escuchar hoy nuevamente su llamado. Por eso les pido que me ayuden a suplicar al Señor que me conceda fidelidad para seguirlo, entrega para apacentar el rebaño que me ha encomendado y fortaleza para dejarme ceñir. Que el Señor que me llamó un día vuelva a llamarme hoy y que pueda responder hoy con una renovada generosidad.


En esta misa quiero también expresar ante Dios, y ante ustedes mis hermanos, los sentimientos que están en mi corazón.


Ante todo gratitud por la vocación y la vida hermosa que Dios me ha regalado. Soy un testimonio viviente de que Dios no se deja ganar en generosidad y que cumple con su promesa “del ciento por uno”. Dios me ha dado una vida muy hermosa y feliz, mucho más de lo que jamás hubiera imaginado.


Quiero también expresar mi dolor porque muchas veces a largo de estos 25 años no estuve a la altura del don recibido. Porque no le he respondido como hubiera querido. Porque muchas veces lo he seguido de lejos, sin mirarlo a los ojos. Tengo la misma consciencia que tenía el Apóstol al decir “Es doctrina cierta y digna de fe de que Dios ha venido ha llamar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos, si encontré misericordia es para que Dios demostrara en mí toda su paciencia poniéndome como ejemplo para aquellos que van a alcanzar la vida eterna” (1 Tim 1, 12-17).


Por último quiero manifestar mi admiración porque pese a la desproporción entre el don y la respuesta, Dios no ha dejado de bendecir mi ministerio con abundantes regalos para bien de la Iglesia a través de la mediación de la pobreza de mi persona. Realmente llevamos este tesoro en vasijas de barro para que se manifieste que la fecundidad viene de Dios y no de nosotros.


Por eso veo providencial el comenzar mi ministerio pastoral en esta diócesis de Santo Domingo en Nueve de Julio a las puertas del año de la misericordia. Le pido a Jesús que me configure cada vez más con Él. Quiero ser signo personal de su misericordia en nuestra diócesis. Jesús que pasa de nuevo aquí por Nueve de Julio sanando las heridas, consolando a los que sufren, y llamando a los pecadores.


Especialmente le pido al Señor ser un buen pastor de los pastores. Quiero acompañar a los sacerdotes en su misión. Así como Jesús, el Buen Pastor, dedicó la mayor parte de su tiempo a estar con los apóstoles, así también tengo plena consciencia de que mi principal responsabilidad es acompañar especialmente a los sacerdotes. Para que ellos y yo seamos capaces de conmovernos ante tantos hermanos que están como ovejas sin pastor y juntos podamos seguir, apacentar y dejarnos ceñir por Jesús que hoy nos vuelve a llamar con el mismo diálogo que tuvo con Pedro, ¿me amas?, apacienta mis ovejas. Ojala que en esta tarde todos podamos decirle desde lo más profundo de nuestro corazón: Señor tu lo sabes todo, sabes que te amo.