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Cultura

Lunes 2 de noviembre de 2015

Don Ata la voz de un hombre sabio

NUESTRA MUSICA. El juglar argentino, Atahualpa Yupanqui máximo exponente del folklore de nuestro país dejó mucho más que su refranero popular.

Decía el cantante y compositor argentino Atahualpa Yupanqui en una declaración periodística que “el día que se entre en conciencia de para qué venimos al mundo, qué tenemos que hacer en él, entonces tal vez en algo disminuya el caudal de egoísmo que, a veces, es motor que impulsa a los hombres a enriquecerse con facilidad, a inventar la guerra, esas cosas horribles que acortan la vida del hombre y manchan su existencia en el universo. Si mis canciones pueden ayudar, en mínima parte, a que la gente destruya su egoísmo y me ayuda a mí a destruir el mío, me doy por satisfecho”.


Esta notable declaración del recordado Atahualpa - nombre aborigen que el adolescente Héctor Roberto Chavero adoptó a los 13 años - me la envió un estimado colega por correo esta tarde. Como periodistas muchas veces nos sentimos en silencio, pero vivos y a la espera de que esa vena de la narrativa fluya en cualquier instante. Tal vez, hablar de este compositor sea un buen disparador para plasmar una buena historia, la de un artista irrepetible que tenía toda la música dentro de sus oídos.


Don Ata murió en la madrugada de un 23 de mayo de 1992, cuando tenía 83 años. Fue en la habitación de un hotel de Nimes, al sur de Francia, ciudad a la que había viajado para recibir un homenaje.


Cuentan las crónicas que, en ese entonces, el cantante se sintió muy cansado y que por eso decidió no acudir al acto en su honor organizado por el festival español Cartelera 92. Prefirió retirarse a su habitación, donde murió.


Nació un 31 de enero de 1908 en Juan Andrés de la Peña, en el pueblo de Pergamino, provincia de Buenos Aires, aunque siempre se le creyó tucumano porque pasó allí gran parte de su infancia. Jugó al fútbol, practicó el boxeo, la esgrima, puso el cuerpo en la defensa apasionada de toda causa que creyó justa. Fue un notorio militante del Partido Comunista argentino en los años en que el carné de afiliado era un pasaporte seguro a la tortura, la persecución y la muerte, de la que Yupanqui se libró a costa del exilio. De esa época, hacia la mitad de su carrera profesional, son las míticas Coplas del payador perseguido.


En 60 años de trabajo Atahualpa compuso más de 1.200 canciones criollas y con ellas moldeó la identidad de un pueblo allí donde sólo quedaban los restos fósiles de la invasión y conquista.


No era escritor, pero sí buen lector de Borges, de Cortázar, de Neruda y de Herman Hesse.


Cantó, "sin saber cantar", con Edith Piaf en el París de posguerra.


Escribió, "sin ser poeta", temas como Luna tucumana, Los ejes de mi carreta, La pobrecita, La milonga del solitario, La milonga del peón de campo o El arriero, que ayer fueron difundidos por todas las emisoras de radio de Latinoamérica.


No era escritor, ni poeta, ni cantor, ni músico. Piedra y camino. "Pura tierra que anda".


"El arriero", "Trabajo, quiero trabajo" y la milonga "Los ejes de mi carreta" son tres de sus canciones más populares en todo el mundo.


Recibió premios como al de la Academia Charles Cross, 1950, el Primer Premio de Karlovy-Vary (Checoslovaquia) por la música de este film, 1956, el Premio Academia Charles Cross por mejor disco extranjero, 1986/1989., el disco de Oro por difundir la música criolla por el mundo, 1973, el Premio "Tecno 80" en el Festival de San Remo (Italia), 1980. Y el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de música de la OEA Washington, 1983.


Finalmente, los restos de este hombre cuyo seudónimo quechua significaba “el que viene de lejanas tierras para decir algo”, descansan en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba. Don Atahualpa, el artista que a traves de su impronta dejo un claro mensaje y quien tomo conciencia de para qué vino al mundo. Seguramente este copleando desde una nube esta estrofa “me duele tanto el silencio por lo mucho que perdí, que no se quede callado quien quiera vivir feliz”.