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Sábado 3 de septiembre de 2016

“Golpe siglo XXI” en Brasil

Hace casi seis meses se anunció que la presidente Dilma Rousseff iría a juicio político. En el mediodía del último martes, 61 senadores (de los 54 necesarios) votaron por el sí a la destitución y el proceso concluyó. Entre los representantes del Partido de los Trabajadores (PT) se repitió el reproche “la historia los juzgará” a los votantes por la destitución. ¿Cómo juzgará la historia el impeachment a Dilma?

Hace 52 años, Bob Dylan dijo que los tiempos estaban cambiando y desde entonces esa frase fue usada hasta convertirla en cliché. Y efectivamente cambiaron. El antaño golpe de estado con los militares en las calles, muertos y violencia cambió por echar a los Presidentes con la Constitución en mano. Así el ex mandatario hondureño Miguel Zelaya tuvo que entregar el poder en 2009, Fernando Lugo abandonó la Presidencia paraguaya con un juicio de tres horas en 2012 y el martes pasado Rousseff corrió con la misma suerte.

El politólogo Andrés Malamud cuenta que esta es una figura conocida en América Latina: “la destituciones anticipadas ocurren cuando ocurren tres cosas: escándalos de corrupción, recesión económica y conflicto del Presidente con el Congreso”. Además, el cientista social amplía sobre si este proceso es un golpe: “Esto es un proceso constitucional, no la más agradable ni la más regular, lo que hace es sustituir a los golpes de Estado, y en ese sentido es un avance, no hay muertos.”


De nada sirvieron las manifestaciones en las calles ni lo silbidos al presidente en ejercicio Michel Temer en la inauguración de los Juegos Olímpicos. De nada sirvió que el 27 de junio pasado los peritos del Senado dijeran que la ex Presidente no había participado en las alteraciones de las cuentas fiscales. El destino de Rousseff estaba sellado por no poder seducir a los ajenos ni mantener en sus filas a los propios.


Ahora Michel Temer deberá mostrar si sus habilidades en la gambeta corta parlamentaria superan a las de Rousseff y puede evitar caer él también por sus causas de corrupción, luego de un impeachment que con la ley en la mano sigue teniendo olor a azufre.