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Sábado 2 de julio de 2016

El mundo vuelve a ser un polvorín

El ataque de ayer que dejó un saldo de 26 muertos en Bangladesh se suma a la interminable lista de los atentados en lo que va de 2016. La alarma empieza a ser el estado constante y cualquiera es un posible objetivo de los grupos extremistas.

Desde septiembre del 2001 que el mundo no se encuentra en un estado de convulsión semejante. El atentado de ayer perpetuado en Daca, capital de Bangladesh, dejó un saldo de 26 muertos, representando el principal golpe de ISIS en Oriente. Pero después de los golpes en París, Bagdad, Bruselas, Estambul, entre otros, que contabilizan un total de 883 muertos en lo que va del año por atentados terroristas, la situación parece naturalizarse. Estamos acostumbrándonos al terror. ¿Qué provoca esta situación?

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El atentado en Bangladesh tiene como antecedente los ataques anteriores del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) en ese país. El ataque de Estambul tiene como antecedente la matanza en el aeropuerto de Bruselas en marzo de este año. El atentado en el local gay de Orlando tiene como antecedente cada tiroteo público que ocurre en Estados Unidos. Y se pueden seguir nombrando tragedias.


La raíz del problema se encuentra en los jóvenes excluidos que deciden tomar partido por distintas organizaciones terroristas. ISIS es la excusa de hoy. Ayer fue Al-Qaeda y mañana será Boko-Haram u otro grupo extremista. Son consecuencias de un sistema excluyente.


La prohibición de la imaginación teórica a la que están sometidas las poblaciones marginales abre el camino a la locura política. Y mientras no haya un Estado para contener la conflictividad social que genera la desigualdad, las tapas de los diarios seguirán contando muertos. Pero en épocas de liberalismo hablar de Estado o desigualdad cuesta mucho más.