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Cultura

Sunday 15 de May de 2016

La Feria más allá del libro

El presidente Martín Gremmelspacher, el editor Alejandro Katz y la escritora Claudia Piñeiro opinan sobre la actualidad del sector.

¿Cuál es la actualidad de la industria editorial durante la administración Macri?


Con la edición número 42 de la Feria del libro de Buenos Aires a días de terminar, el mercado literario siente las medidas económicas del nuevo gobierno. Según los registros de la feria, la cantidad de visitantes en la edición 2016 no desentonó con respecto a años anteriores; pero la pérdida de poder adquisitivo y la apertura a las exportaciones parecen haber afectado al libro.


Martín Gremmelspacher, presidente de la Fundación El Libro (FEL) que organiza la feria, el editor e intelectual, Alejandro Katz, y la escritora Claudia Piñeiro opinan sobre la actualidad del sector.


¿Qué opina de las medidas económicas del nuevo gobierno en la industria editorial?

-Gremmelspacher: Lo que más nos afectó es la baja en el nivel de poder adquisitivo de la gente. Hoy claramente el bolsillo del consumidor está disminuido por la devaluación, y el libro, que no está en la canasta básica, se ve afectado inmediatamente.


-Katz: Mi editorial intenta ser global en el espacio de nuestro idioma, es decir editar libros que tengan interés para cualquier lector de nuestro idioma. Esto no es arbitrario porque yo creo que el conocimiento debe ser abierto, estar expuesto a los intercambios: tiene que jugar en el mundo y no en la aldea. Todo aquello que abra a la Argentina al mundo para mí es bueno y todo aquello que la cierre es malo, y si es así es porque también pienso que es bueno para nuestro país. Lo cierto es que en esta feria a las editoriales que integramos el Grupo de los Siete Logos nos ha ido mucho mejor que el año pasado, no sólo en términos de facturación sino también de ejemplares, vendimos por encima de la inflación.


-Piñeiro: El libro históricamente es un bien que sigue vendiéndose a pesar de las crisis porque tiene un poder aspiracional, por ejemplo: vos tenés un cumpleaños, tenés que hacer un regalo y no podés comprarle una camisa horrenda a un amigo, pero tampoco la más cara que te la vas a comprar para vos. Entonces siempre es una opción y no quedas mal porque el libro tiene un valor aspiracional más allá del económico. Si bien sufre como el resto de los bienes que no son imprescindibles tiene esa pequeña ventaja de que uno algún libro va a poder comprar.


EL CEPO AL DÓLAR Y LA INDUSTRIA EDITORIAL

Los datos de la Agencia Argentina de ISBN (Número Internacional Normalizado para Identificación de Libros) parecen erigirse a favor del cepo y las trabas a las importaciones: De 2010 a 2014 aumentaron un 114 por ciento los libros registrados, un 23 por ciento los títulos registrados y bajaron un 44 por ciento las importaciones.


Sin embargo, Alejandro Katz es muy claro en su crítica. “Es como justificar la esclavitud porque mejora la productividad” y si quedaba alguna duda, amplía “aún si el cepo hubiera beneficiado a la industria editorial, había que condenarlo. Porque significó una fuerte restricción a la libre circulación del libro, y como hombres del libro debemos cuidar los negocios pero por sobre todo tenemos que cuidar las ideas. El efecto del cepo y del control de tintas fue una censura difusa, una censura por el principio general de que un libro estaba impreso en el extranjero”.


Katz es muy crítico de las políticas del Gobierno anterior y revela que hay editores que se enriquecieron durante el kirchnerismo vendiéndole al Estado. “No tengo ningún acceso especial a las cifras, pero Colihue le vendió al Gobierno decenas de millones de pesos. En buena de medida de libros que tenía en los almacenes y que el mercado no aceptaba. Eso es un beneficio para Colihue, no para la industria editorial. El Estado tiene que introducir beneficios estructurales, no transferencias de recursos provisorias”.


Hoy Colihue es la editorial de los libros de Víctor Hugo Morales, Horacio González, Norberto Galasso y otros escritores relacionados al kirchnerismo.


En tanto Claudia Piñeiro da su visión como escritora y lectora. “Si yo quiero un libro que no puedo importar no encuentro el equivalente en un producto nacional. No es como una camisa, que si no está la importada me compro la nacional, no hay equivalente a un libro de Heine o de Barthes en nacional si no lo puedo importar. El libro como concepto es irremplazable, el libro de afuera que quiero y no entra por importaciones no va a poder ser suplido”.


¿Qué opinan de la competencia del texto contra nuevas plataformas de ocio: Netflix, celular y redes sociales?

“A mayor nivel de cultura más se va a inclinar una persona por la lectura en vez de estar con el celular”, advierte Martín Gremmelspacher, quien señala que “es una cuestión cultural”.


¿Y cómo se hace para ampliar la cultura de los sujetos?

Organizando eventos como la Feria del libro, la gente sale de la feria con ganas de leer, de entrar al mundo de la lectura. Después hay otra parte que nos es ajena que es la de la educación de la sociedad.


Finalmente Alejandro Katz afirma “se dice hace décadas que el libro muere, lo iba a matar la televisión, lo iba a matar el cine, todo está por matar al libro y ahí sigue. No digo que sea invencible, pero no pasa. El libro cada vez tiene más competencias por los recursos materiales necesarios para comprar un libro y por la atención de los sujetos. Los sujetos tienen un tiempo limitado y hoy lo distribuyen en 20 mil cosas diferentes. Sin duda no son tiempos fáciles para el libro, pero ¿cuáles fueron tiempos fáciles para el libro? Cuentan que el Presidente de Random House en Nueva York tenía un agujero en la palma de la mano izquierda por burlarse de todos los que decían: “este año el libro muere” mientras se golpeaban la palma con el índice derecho”.